La muerte sin llamas de los árboles

Aunque se presta más atención a los incendios, en zonas como Cataluña la sequía ha impactado desde 2012 en tantas hectáreas como las que han ardido en 40 años

En un árbol, el primer síntoma de que algo va mal por la sequía o las altas temperaturas es el cambio de color, ocurre porque cierra sus estomas (los poros de las hojas) para evitar perder agua y esto reduce la fotosíntesis. Luego llega la pérdida de hojas, la defoliación, y si se agrava la situación, puede producirse la muerte. Este es un fenómeno difícil de medir en las masas forestales del país, pues algunas veces, con la llegada de las lluvias los ejemplares se recuperan, y otras quedan moribundos, sentenciados, pero tardan años en sucumbir. Aun así, los episodios recientes de muerte masiva de ejemplares en Cataluña, Comunidad Valenciana o Murcia han mostrado la magnitud de un proceso que se espera vaya amplificándose con la crisis climática y que tiene importantes implicaciones tanto para el paisaje como, en los casos más extremos, para el futuro de los bosques y los numerosos servicios ambientales que proporcionan (en forma de biodiversidad, madera, alimentos, absorción de CO₂, regulación de cursos del agua, protección del suelo…).

Josep Maria Espelta, científico del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), asegura que en cerca de una década, de 2012 a 2023, la sequía en Cataluña afectó de forma significativa a un 10% de su superficie forestal, uno de cada diez árboles. Esto no incluye solo árboles muertos, por la complejidad para confirmar su fin, sino también ejemplares con afecciones de decoloración o defoliación que se cree están relacionadas con el clima extremo. Según recalca, esto supone unas 120.000 hectáreas, una cifra similar a la superficie quemada en 40 años en esta comunidad.

Existen diferentes iniciativas que monitorean la situación de las masas forestales del país. Las más amplias son las redes de seguimiento que lleva el Ministerio para la Transición Ecológica, dentro del programa ICP-Forest, un proyecto europeo puesto en marcha en 1985 como consecuencia de la gran alarma provocada en aquellos años por el deterioro de los bosques del norte del continente a causa de la lluvia ácida (problema en este caso originado por la contaminación atmosférica). El informe de 2024 de la denominada red de nivel I, señala que la mayoría de las especies arbóreas presentan defoliaciones medias “ligeras”, pero considera notable el número de variedades con una pérdida de hojas superior al 25% en su copa (en comparación con un ejemplar con un follaje ideal), entre ellas, las especies de carácter más mediterráneo como el alcornoque, la encina, el quejigo, el acebuche, el pino carrasco y la sabina albar. Este trabajo concluye también que la principal causa de este decaimiento es la sequía, seguido de los insectos. Y, a partir de estos mismos registros de la red de nivel I, el último dossier del ICP-Forest muestra unos gráficos de evolución desde 1990 que, en el caso de España, reflejan un cada vez mayor deterioro de los bosques por este proceso de defoliación.

El seguimiento de las redes del ICP-Forest destaca por su amplitud en el territorio y continuidad en el tiempo, pero acerca solo una parte de la realidad, pues no monitorea el conjunto de los bosques sino una selección. En concreto, en España, 620 parcelas repartidas por todo el territorio que comprenden unos 14.880 árboles, una cantidad pequeña en comparación con los 7.000 millones de ejemplares estimados para todo el país hace unos años. Sobre todo, para rastrear los muertos.

Acaben muriendo o no los árboles que han perdido su color verde, para Banqué lo significativo es el decaimiento general. A una escala más pequeña, la red Deboscat sí monitorea todos los bosques de Cataluña. No obstante, con apenas 13 años de existencia, no cubre un periodo de tiempo suficientemente grande para detectar tendencias. 

Paloma Ruiz es profesora del departamento de Ciencias de la Vida en la Universidad de Alcalá y una de las coordinadoras de la Red Española de Seguimiento del Decaimiento Forestal. Esta iniciativa, creada hace solo un año, a través de la Asociación Española de Ecología Terrestre, no toma mediciones sino que busca poner en común el trabajo de los especialistas que trabajan en este campo. Esta ambientóloga incide también en la dificultad para evaluar la degradación de los bosques y relacionarlo con factores climáticos como la sequía o las altas temperaturas. Sin embargo, ella misma ha publicado junto a otros investigadores distintos trabajos que apuntan en este sentido. A partir del Inventario Forestal Nacional, que da una detallada radiografía de los bosques cada 10 años, han mostrado cómo están cambiando los patrones de mortalidad y daños en las florestas mediterráneas y cómo en esto está resultando determinante la cada vez mayor intensidad de las sequías. En un último trabajo publicado de forma reciente también ponen de manifiesto una marcada disminución de la productividad forestal debido al cambio climático y cómo los eventos extremos climáticos inciden de forma diferente entre regiones, afectando a múltiples funciones ecosistémicas. 

Referencias:

https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2025-07-20/la-muerte-sin-llamas-de-los-arboles-investigadores-advierten-de-la-degradacion-de-los-bosques-por-el-clima.html (Actualizado el 28 de noviembre)

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