El 25 de abril de 1974 marcó un momento trascendental en la historia de Portugal, y sus repercusiones trascendieron las fronteras nacionales.
Este día del que se cumplieron 50 años el pasado jueves, conocido como la Revolución de los Claveles, puso fin a casi cinco décadas de dictadura en Portugal (1933-1974), inaugurando una nueva era de libertad que cambió el rumbo del país luso, abriendo las puertas a un proceso de democratización sin precedentes en el país.
La dictadura de Salazar, que se prolongó bajo el régimen de su sucesor, Marcelo Caetano, fue un periodo oscuro en la historia de Portugal, caracterizado por la represión política, la censura y la falta de libertades civiles. Sin embargo, el 25 de abril de 1974, un levantamiento militar pacífico liderado por los llamados capitanes de abril puso fin a este régimen autoritario, destacando la actuación de Celeste Caeiro – una camarera luso-española que se topó con un soldado que le pidió un cigarrillo, pero que le regaló un clavel que acabó en el cañón de su fusil. La imagen de la flor en el arma fue vista por el resto de soldados como la mejor manera de demostrar las intenciones pacifistas con los portugueses y en sólo unas horas, la sociedad lusa se unió en una movilización sin precedentes.
El pacifismo con tintes románticos de la Revolución de los Claveles, entusiasmó al mundo y especialmente a una España que ya soñaba con el fin del franquismo.
La celebración del 25 de abril no se limita únicamente a Portugal, sino que también ha tenido un impacto significativo en regiones vecinas, como Galicia, en el noroeste de España, cuya conexión cultural e histórica va más allá de la proximidad geográfica, y por lo tanto no es sorprendente que muchos gallegos se sintieran identificados con la lucha por la libertad y la democracia en Portugal.
Un ejemplo notable de esta solidaridad transfronteriza ocurrió durante las celebraciones del 25 de abril en la ciudad gallega de Vigo, en que ciudadanos españoles se unieron a los portugueses para conmemorar el fin de la dictadura, demostrando así la hermandad entre ambos pueblos. Uno de los momentos más emblemáticos fue cuando un grupo de españoles entonó en profunda comunión con los portugueses Grândola Vila Morena, la canción que se convirtió en un himno de la revolución portuguesa.
La importancia del 25 de abril trasciende el ámbito nacional y se proyecta como un símbolo de resistencia y lucha por la libertad en todo el mundo, en un momento en que los regímenes autoritarios y antidemocráticos parecen resurgir en diferentes partes del globo. Este año, la celebración del aniversario del fin de la dictadura portuguesa adquiere una relevancia aún mayor, recordándonos la importancia de defender los valores democráticos y los derechos humanos.
En conclusión, el 25 de abril es mucho más que una fecha en el calendario portugués, funcionando como un recordatorio de que la lucha por la libertad y la democracia puede unir a personas de diferentes culturas y nacionalidades, tal y como demuestra la solidaridad mostrada por los vecinos gallegos hasta los portugueses, ejemplo vivo de cómo la historia y la memoria pueden unir a las personas más allá de las fronteras políticas.
En un mundo dividido por diferencias ideológicas y conflictos, la lección del 25 de abril es un símbolo de esperanza que juntos podemos superar la opresión y construir un futuro más justo y libre para todos.
Fuentes:
https://www.farodevigo.es/sociedad/2018/04/25/vigo-terra-da-fraternidade-16020666.html